EPITAFIO PARA MI ABUELA

 

Supo educar con firmeza y caridad a mi Madre,

encauzó con ternura tantas emociones dirigidas a una niña.

Amó en extremo al abuelo Guillermo, realmente fue su vida.

Bordó con palmeras de otoño las tardes de los inviernos,

curó como un ágape mis heridas, mientras estaba enfermo.

 

La longevidad fue uno de sus divinos dones.

Mi abuelo partió algo temprano a la ansiada eternidad

y ella matizó su vida con colores sutiles que un ángel le regaló.

Dejar este mundo es el principio de otro infinito mundo,

allí está mi abuela, allí la encontraré, despierta, hablándole a Dios.

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