AREQUIPA, AREQUIPA
Nació un invierno bajo espada española,
cuando Carbajal no quiso irse del cielo azul,
que cubre el alma del valiente mistiano
enfrentado a sí mismo en la batalla.
Arequipa, Arequipa,
te oigo hablar de esperanza,
cuando el Misti rasga en su cima la eternidad,
cuando Santa Catalina ora en silencio,
cuando el juicio justo se oye en plazas,
mientras yo despierto en tu suelo inquieto
y en tu litoral la mar se hace serena.
Un yaraví de Melgar se canta esta mañana,
para unir elegías a la vida campestre.
Un montonero esconde el enojo
tras su deleite ante la campiña celeste.
Arequipa, Arequipa.
Aún tus hijos no han entendido tu esencia.
¿Por qué no te reconocen mestiza?
Arequipa, de la infancia de Víctor Andrés,
del elogio de Bustamante,
de los poemas de Hidalgo,
de las milagros de Sor Ana.
Arequipa, novia del blanco volcán,
que oye el canto del sillar en la misa de Cayma.
La ciudad que desea justicia y paz,
donde muchos no labramos la misma tierra.
Arequipa, déjame vivir en tu recuerdo incaico,
no te lleves tu cielo y tu campo,
que estaré sentado en la placita de Yanahuara,
mirando quién sonríe al verte vestidita de blanco.
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