ARTICULO (MEMORIAS): MI AMISTAD CON CRISTO
Estos
párrafos sentencian mi amor a Dios
y mi amistad con Cristo, a quien le debo tantas peticiones otorgadas (pequeños
milagros) hacia mi salud y otras muchas bendiciones recibidas en mi vida. Yo
creo en un Cristo católico como G.K. Chesterton, San Juan Pablo II y mis
padres, el verdadero y único, porque en este mundo existen muchas creencias y
religiones como distintas formas de presentar a Nuestro Señor.
Me
convertí realmente a los veinticuatro o veinticinco años de edad, en uno de los
retiros del Movimiento de Vida Cristiana. Fue en uno de ellos que me encontré
cara a cara con nuestro Salvador y mi vida sufrió una metanoia auténtica y constante.
Señor Jesús, yo ya te confesé infinidad de
veces que hice mucho daño, de lo cual hasta hoy me arrepiento y sigo
haciendo mucho bien en mi vida. Hace más de una década que no tengo vicio
alguno, soy un hombre nuevo y creo ser un buen cristiano católico y tengo
sentimientos de compasión y ternura hacia mis hermanos, especialmente por los
que más sufren. Todo aquello ha quedado perdonado absolutamente y relativamente
olvidado. Anteriormente, te ofrecía mi salud por las personas que hice daño,
ahora te ofrezco mi vida, también te la doy por mi pequeña Belén. Mi corazón es
cada vez más puro y libre.
Me
aferro a Cristo en los momentos difíciles de esta aventura que representa la
vida, aprieto con fervor mi rosario, mi amor a Cristo me acerca a Nuestra Madre
y todo se hace esperanza y gloria. Admiro los pesebres en Navidad y escribo en compañía de él, quien me
sostiene y guía mi mano para escribir poemas, cuentos, artículos y novelas que
iluminen el peregrinaje de las personas. La vida del Señor Jesús me inspira a
vivir con fe, esperando un mañana mejor, con otro sol. Llegará la Parusía y
todo lo profetizado se realizará.
Leo
los evangelios y los Salmos de cada día. Le hablo durante el día, le narro mi
trajinar y le confío mis pensamientos. Le rezo con frecuencia, me pierdo y me
encuentro a mí mismo en la oración. Le rezo a su Sagrado Corazón y la plegaria me inunda de
emoción, alegría y sano fervor.
Le
pido varios años más de vida al Creador de las parábolas y ya voy caminando
cincuenta otoños, dejando varias hojas en mi sendero. He leído a los cuatro
hagiógrafos y de esos pasajes que nos enseñan tanto y nos muestran a un Cristo
tan humano como cualquiera de nosotros, prefiero releer al hijo pródigo; la
ofrenda de dos monedas de la viuda pobre; la curación del ciego de nacimiento;
la sanación de los diez leprosos; la oración en Getsemaní, en el huerto de los Olivos; el
milagro de las bodas de Caná; sus tres caídas cargando la cruz y yo caigo
también con él; la traición miserable de Judas Iscariote; la presentación del
niño Jesús en el templo; su nacimiento en Judea (Belén); sus encuentros con los
fariseos y saduceos, a los cuales llamó hipócritas; la conversión del publicano
Mateo; la multiplicación de los panes y muchas
otras lecturas que ilustran sabiamente mi vida y así pueda yo ilustrar a
otros, sean pocos o muchos, a Dios eso no le interesa, lo que vale es el
testimonio que damos. Cristo conoce y es testigo de mi miseria y prédica.
Rezo
mi rosario diariamente en dos partes, una en la mañana y otra al mediodía. Voy
meditando los pasajes de su vida, mientras le pido favores para mis hermanos y
para mí. Cristo y Nuestra Madre me esperan a esas horas y yo los espero a ellos
también. Cristo me acerca a su Madre de la manera más sutil.
Me
imagino la indescriptible eternidad, quisiera soñar con ello. ¿Cómo será el
cielo, el lugar donde vive Dios con sus santos y ángeles? ¿Por qué la vida en
la tierra no es tan corta? ¿Por qué Dios permites el mal? Quisiera poder ver a mi
ángel de la guarda y a Nuestra Madre, con una oración les converso y mi amistad
con Cristo se hace real y sincera. Yo vengo de un párrafo que aún no ha sido
terminado de escribir. La vida me sabe a misterio lúcido. Tengo una legión de
Santos, empezando por mis seres queridos a quienes incansablemente les rezo.
Invoco a estos Santos Intercesores, de quienes en su mayoría he leído sus
increíbles biografías: Sor Ana, Santa Teresa de Jesús, Sor Juan de la Cruz, San
Francisco de Asís, Padre Pío de Pietrelcina, Madre Teresa de Calcuta, Carlo
Acutis, Chiara Badano, San Ignacio de Loyola, San Francisco Xavier, San Agustín
de Hipona, Santo Tomás de Aquino y San Juan Pablo II principalmente. De igual
manera, les pido favores a personas que sé e intuye mi corazón que están en la
anhelada eternidad. Para mí la santidad de hoy es posible, si todos estos
santos que he nombrado hicieron palpable la obra de Cristo y la difundieron.
¿Por qué yo no puedo hacer pequeñas obras que agraden a Dios? ¿Por qué yo no
puedo ser un pequeño Cristo ante los demás, con mi riqueza y miseria? Nuestra
vida a veces la desaprovechamos en cosas triviales y sin sentido. ¿Qué
esperamos para creer en un Dios uno y Trino?
El mundo será un hogar mejor, si hay mejores personas; hombres y mujeres
de fe cristiana, defensores de la vida del no nacido y la muerte natural,
creyentes en un evangelio que es posible vivirlo y ser feliz con sus enseñanzas,
si hay soldados que construyen la paz donde hay conflicto, seres que respetan y
se interesan por la vida de su prójimo y rezan por los que los ofenden y si hay más seguidores del Hijo del Hombre.
Mi
amistad madura y sólida con Cristo data desde mi adultez. Le confieso en voz
baja todo aquello que me ha sucedido, le digo que necesito de su mano bendita
para seguir viviendo, que me ilumine en el momento que escriba. Cada paso que
doy es de la mano de Cristo.
Me
identifico absolutamente con su dolor en la crucifixión, casi o igual que el
gran Vallejo.
Nuestro
Señor Jesús fue un hombre y niño obediente, cumplía lo que nuestro Padre le
ordenaba. Cambió el orbe en tres años de vida pública. Admiro de Cristo esa
valentía para enfrentarse directamente a los sumos sacerdotes, saduceos y fariseos,
tildándolos de hipócritas, los encaraba directamente, no tenía miedo de
hacerlo. Me enseña su justicia y compasión por el prójimo y el necesitado,
alegra saber que tenemos esa esperanza de vida. Cristo hace todo bueno, será mi
testigo y defensor el día que deje este mundo ante el Padre, ya nada me
separará de él, ya no habrá ningún rasguño de mal en mi alma, todo será eterno bien.
Cenaré con él y él conmigo. Todo este valle es un preludio o una antesala de lo
que viviremos después queridos hermanos. Con Cristo se disminuye o desaparece
el temor a la muerte, se la entiende de otra manera, con la percepción que
tiene Dios de ella. ¿De qué nos sirve ganar el mundo con sustitutos o
banalidades, si podemos perder el alma? Por momentos pido por personas que no
conozco, me hago más humano en el hijo del carpintero de Nazareth. Cristo es mi
mejor amigo, me alienta a vivir.
Febrero, 2025
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